Andrades Pregonó por todo lo alto las Glorias de El Puerto de Santa María

Desde las 11:00 de la mañana ya la actividad era incesante en el joyero carmelita.

Trasiego en plena calle Nevería, sin humo ni ruido, bendita resaca que nos alejó la borrasca hasta el circuito de Jerez.

A las 12, con puntualidad británica accedía al atril Doña Leticia Cabrera, teniente hermana mayor de la Archicofradía y Esclavitud de nuestra excelsa patrona, que sería la encargada de conducir el rezo del Regina Coeli, y aquí se empezaba a escribir un nuevo capítulo cofrade de la historia del Puerto de Santa María.

Y como si de una marcha homóloga fuera, si el Domingo de Pasión tiene Amarguras como himno, en esta ocasión fue la marcha Pasan los Campanilleros, interpretada magistralmente por el quinteto de metales Rosarium, quien ponía por primera vez el bello de punta a los presentes.

Lleno hasta el rosetón de la capilla, la ocasión lo merecía y los ingredientes de aquel potaje eran del mejor de los mercados gourmet.

Bajo la mirada del Sagrado corazón de Jesús, y con un telón de fondo formado por los simpecados de nuestras vírgenes de glorias, tomaba el atril D. Raúl Martin-Murga, archiconocido cofrade y rociero portuense, quien tenía el honor de presentar a su amigo y compañero de faena diaria. Extraordinarias sensaciones las que causó este presentador, que se atrevió con algún verso y que hizo una apología de la amistad digna de ser escuchada al menos un par de veces.

Con las presentaciones hechas, si bien el presentador es de sobra conocidos por todos, subía Andrades al atril de la capilla…

Esa tormenta que atemoriza al pregonero meses antes del evento fue su prólogo. Ese miedo al papel blanco, esa duda de si las musas se habrán ido para siempre, tenia en vilo a nuestro pregonero a principio de año y hasta bien entrada la cuaresma… dudas que se disiparon, y de que manera, porque las musas acompañaron al orador, el sentimiento y el corazón aparecieron en cada letra y en cada estrofa.

Comenzó este peregrinar por las glorias portuenses, confesando la falta de experiencia en las costumbres rocieras, experiencias que fueron compensadas entre cariños y piropos a la Reina de las Marismas, que culminaron convirtiendo el frío mármol de la capilla en la cálida arena del Camino. Se abrieron por primera vez las puertas, y la dulce melodía de la pitera a paso carreta, hizo que muchas lágrimas empezaran a empañar los ojos de los presentes…

Con el acompañamiento de una guitarra, el rezo cantado se hizo presente en forma de sevillana, de tu rostro que me hablen… intimísima interpretación que acabó por rebosar los parpados de los más rocieros… aplauso unánime rematados por bulerías… media faena en la buchaca del pregonero… ¡que explosión de sentimientos!

Piropos para las madres, las terrenales y las devocionales culminados con otra pieza entrañable, el mismo Ave María.

Rosario de hermandades de glorias que se perdieron en nuestro recuerdo, fue paseando por cada una de ellas para recordar aquellos tiempos… ¡cuánto hemos perdido y cuánto amor el de nuestros antepasados!

Del veneno del llamador no queda nada cuando se trata del Corazón de María, llamador que empuñará Andrades para comenzar así su etapa frente a los pasos.

Y de la arena y la sevillana, nos pasamos al mar y la salve, y al viento… ese viento que bambolea el escapulario del pregonero en la esquina de su cama, aires de Alicante que forjaron la tradición marinera, con la importancia de las devociones de nuestros mayores por bandera el pregonero de descosió por completo para su virgen Marinera.

El aroma a salitre se tornó en nardo, y del tirabuzón moreno tomaron el color de nuestra Patrona. Registro canónico de cada portuense, que debería existir por derecho y devoción comunitaria.
Mientras Andrades se deshacía en rezos poéticos, de los cuatro puntos cardinales empezaron a escucharse aquellos tambores templados y añejos. Por segunda vez en la mañana se abrían las puertas del templo y lo que antes era mar se convirtió en la mismísima cubierta de la basílica menor, donde el escuadrón del Santísimo Cristo del amor, entonaba cantigas que concluirían en Gozos a nuestra amantísima titular.

Y como conclusión, una pregunta ¿Como no se puede creer en ti, Si fue maría el primer Sagrario de la humanidad?

Gloria siempre a nuestras Madres, sea en el Coto, sea con nardos o sea en el espigón. Y para cerrar el acto, la Estrella sublime, como el propio pregón, sublime, y buena cuenta dieron de ellos los asistentes con un extensísimo y ensordecedor aplauso, mucho más que merecido.

Andrades no solo supo emocionar con su palabra, su mímica o su dicción, también supo conjugar a la perfección cada momento musical y cada momento de reflexión. No hay como agradecer estos actos del cofrade portuense, que implicó a casi 25 personas en un rezo exclusivo por amor a nuestras hermandades de gloria.

Listón por las nubes, así que amigo mío, me atrevo también a decir que las Glorias siempre serán para ti…

¡Enhorabuena compañero!

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